Las aleaciones de plomo y las presiones de trabajo.

Por Manuel Seco

Hace bastante tiempo que compré mi primer arma de fuego. Era una vieja escopeta belga de dos caños yuxtapuestos y martillos a la vista, calibre 16, y culata recta estilo inglés. No me salió mucho dinero y tampoco estaba muy bien, pero con el tiempo la fui arreglando y fue con esta escopeta que empecé a recargar.  Compraba 100 gramos de pólvora en una armería de la calle Arrieta, creo que ahí también compre las medidas para la pólvora y la munición: grande para la munición, chica para la pólvora. Parece boba la aclaración pero años más tarde conocí a uno que también recargaba y que intencionalmente y con total premeditación invirtió las medidas para la pólvora y la munición. Según él, los patos se le escapaban siempre y no encontró mejor remedio que invertir las medidas para darle más fuerza a los perdigones. El arma no la vi nunca ni antes ni después de su último disparo, lo que sí vi es la cicatriz que le quedó en el antebrazo como consecuencia del «invento», bueno, fue hace mucho tiempo. Yo siempre recargué pólvora con la medida de pólvora y munición con la de munición, algunas vainas eran de cartón, había que prensar el taco de celotex contra la pólvora, nunca supe bien porqué, pero se hacía. Después empezaron a fabricar las vainas de plástico, todo un adelanto y venían con tacos también de plástico, una maravilla, igual se cerraban rebordeando la boca con una herramientita sobre un cartón.

Después de eso me compré un rifle, un Brno modelo 2, usado claro, una maravilla realmente, era del año 1966 y me acompañó hasta no hace mucho en la vida. Era calibre 22 LR, claro esos no se recargaban, igual que mi primer revólver, un Smith & Wesson modelo 17, cañito de 6″, miras de tiro, precioso, cazaba perdices al pío con ese revólver. Cuando la cacería pasó a otras categorías compré otro revólver un poquito más grande de calibre, claro un 357 Magnum, un Taurus pavonado con caño de 4″  y miras fijas, tiraba en el campo, sin protección auditiva, a veces tenías el viento en contra y los oídos te quedaban zumbando un buen rato, algo de munición se conseguía, y no tiraba tanto tampoco porque era carita, todavía más adelante compré otras armitas y me hice socio del CUT, ahí tiraba más claro, primero llenando el blanco de agujeritos, desde el 1 al 10, (pocos 10), normalmente usaba el 22 LR porque era más barato el tiro, un día me hablaron de uno que recargaba, allá por pocitos, un tal Honorio, lo llamé por teléfono, junté las vainas que tenía vacías y lo fui a ver, simpático, cargaba bien y no cobraba mucho, por el mismo dinero podía tirar bastante más, por esa época ya estaba dentro del negro, algo había aprendido, y los 10 empezaban a aumentar, pero realmente nunca fui un tirador de precisión, me gustaba más hacer ruido.

A veces la munición no estaba pronta cuando la iba a buscar y Honorio me hacía acompañarlo al taller mientras el me recargaba mis cartuchitos. Conversábamos bastante, lo miraba trabajar, me gustaba, y me empecé a preguntar si yo podría recargar algún día como lo hacía él. Un día en el centro pasé frente a una armería y vi toda la vitrina llena de elementos de recarga RCBS, puf, me babeaba, me latía el pecho, no sé, estaba ahí todo lo que necesitaba, pero el bolsillo estaba medio flaco, así que cuando lo engordé un poquito volví, me compré un Kit de recarga RCBS, prensa con fulminanteador, polvorera, balanza, fresa, embudo, bandeja para las vainas, y un libro de recarga Speer, el número 11. Claro, estaba en inglés y yo de inglés se poco y nada, pero igual lo leí, y lo leí tantas veces que las palabras comenzaron a tener sentido, bueno, casi todas, para otras me compré un diccionario y algunas ni siquiera así las encontré, pero no importa, también compré mi primer juego de dados, un RCBS para el 44 Magnum y 44 Special, es que me habían empezado a gustar los chiches grandes. Luego mandé hacer el banco de recarga a un carpintero amigo, y como el sitio que tenía para ponerlo era debajo de la escalera, lo hice a la medida. Y así fue que en lugar de comprarle recargas a Honorio le empecé a comprar puntas, el club tenía pólvoras americanas Hércules, era maravilloso todo.

La primera vez que me senté frente al banco para recargar me temblaban las manos, tenía toda la teoría muy leída (llevaba más de seis meses con el dichoso libro de recarga), si hasta lo había llegado a traducir y lo escribí a máquina, no nene, nada de PC todavía, faltaban unos años para eso. Creo que no hice nada muy mal para ser mi primera vez, y no me puse a inventar. Empecé por unas cargas suaves con Bullseye y punta de 240 SWC, después seguí con 2400 y puntas SWCGC, de menor a mayor, todo prolijo, anotado en un cuadernito y todo lo demás. Cuando llegué al club y empecé a tirar me di cuenta de que no sabía que estaba haciendo, es decir, los tiros salían, más o menos pegaban, los suaves eran suaves, subías la carga y se ponían más fuertes, todo muy lindo, y ahí me di cuenta de que precisaba un cronógrafo para enterarme de qué estaba haciendo, así que una noche fui a lo de Gerardo y me vine con un PACT, bueno, me vino como  a los dos meses, me dio tiempo a cargar un lote grande de munición, pero grande de verdad, cuando volví al club fue una tarde entre semana, pasé 4 horas disparando y midiendo, anotando y me volví con un montón de vainas vacías, las cejas llenas de pólvora y muchas preguntas todavía sin respuesta: que pasa si esto… y que pasa si lo otro, ah, no sabía, entonces tenía que probar.

A veces decimos que nos agarra el bichito de los fierros, bueno, el de la recarga también agarra, por lo menos en mi prendió fuerte. ¿Y que pasa si dejo la misma vaina y carga y voy usando distintos tipos de fulminante con igual punta? ¿Y si dejo todo igual pero lo que cambio son la marca de las vainas y pongo distintas marcas a ver que pasa? ¿Y si uso puntas del mismo peso pero con distinta profundidad de asentamiento? ¿Cómo afecta a la velocidad, a la precisión ese cambio? Sabía que algunas cosas las estaba aprendiendo, y otras que no las tenía muy claras las preguntaba o trataba de leerlas en alguna revista. Y así un día que llamo a Honorio para pedirle más puntas, me dice que no hacía más. ¿¿¿COMO QUE NO HACÉS MÁS??? Creo que hasta el día de hoy quedó sordo, y quizás alguno de los tics que tiene también se deban a ese momento, pero bueno, problema de él. Así que no tenía más puntas para hacer mis recarguitas. Compré dos veces a los «sucesores» y daban pena. Primero unas para el 357 y después otras para 44,  no me podía convencer, mal terminadas, peor engrasadas, las miraba y casi casi lloraba, les juro que es verdad, pensé en pedirlas sin engrasar, pero no tenía trafiladora y encima no arreglaba nada más que el engrase, las puntas seguirían siendo espantosas.

En alguna oportunidad me había encontrado en las tardes de semana en el CUT con los hermanos Carelli, ellos se hacían las puntas y a veces me pedían que les midiera alguna carguita, la primera vez que las ví no entendía nada, estaban perfectas, brillosas, una maravilla. ¿Dónde las comprás? Me las hago yo, ah, que bien. Bueno ahí me acordé de ellos, llamo por teléfono, tan amables como siempre me atienden y uno de ellos se queda como una hora charlando conmigo. Al final me ayudó a convencerme de lo que ya sabía: si quería puntas buenas, me las tenía que hacer yo. Tenía un lote grande de puntas inservibles que había comprado, o sea que tenía materia prima, algo es algo. Hablé con Honorio, me prestó unos moldecitos que le quedaban, unas pinzas para ellos y hasta requeches de plomo. Lujo, una tarde de sábado prendí la cocinilla y empecé a fundir puntas, después de las primeras coladas, cuando el molde y el plomo llegaron a la temperatura salían hasta lindas, brillosas, bien terminadas, las defectuosas se podían volver a fundir. Conseguí una engrasadora y algunos trafiles y top punch y empecé a engrasar con la receta de los Carelli, cera de abeja y grasa de litio, esa fórmula me llevó bastante tiempo perfeccionarla hasta que quedara a mi gusto, igual, era bastante blandita pero para mi funcionaba, terminaba de disparar y el caño quedaba todo lubricado sin una resto de plomo. Me empezó a gustar mas la recarga ahora que me hacía mis puntas y no solo podía usar las tres clásicas que había comprado hasta el momento para el 38 por ejemplo, WC, SWC, RN, maravilla, había otros diseños de puntas, había otros pesos fuera de 148 y 150-158 grains. Cuando podía me compraba un molde nuevo, fundía, recargaba, probaba y medía. Me divertí como nunca antes, me gusta hasta ahora.

En ese momento también tenía PC y podía conectarme a internet ocasionalmente, (no daba para una tarifa plana), y en internet buscando y buscando encontraba artículos que respondían a preguntas que me había hecho y otros que respondían a preguntas que ni siquiera me había planteado, igualmente, en el ahora viejito libro de recarga Speer 11 había un artículo muy interesante sobre las causas que ocasionan el emplome de las armas, me he tomado el atrevimiento de traducirlo y aquí lo incluyo.

Extraído del Manual de Recarga SPEER No. 11
Traducción: Manuel Seco

PRESIÓN, VELOCIDAD, EMPLOME Y PRECISIÓN

El emplome del caño es mencionado frecuentemente en conexión con proyectiles fundidos.  Los aspectos detrimentales del emplome del caño no han sido sobredimensionados. No solamente la precisión sufre enormemente, sino que el plomo depositado puede ser extremadamente difícil de remover.  Probablemente ningún otro aspecto de la fundición de puntas ha sido lo que ha desalentado mas novicios que este punto, abandonando antes de lograr la diversión y las recompensas que con el fundido de puntas se obtienen.
Si la mecánica del emplome es comprendida, las condiciones responsables de ello pueden ser fácilmente comprendidas.  Algunas fuentes atribuyen el emplome del caño al logro de velocidades excesivas, implicando que si las velocidades se mantienen por debajo de ciertos niveles, el emplome puede no ocurrir.
Con menores excepciones, la velocidad es únicamente una de las caras del efecto.  El culpable real es la presión.  La recomendación de usar una pólvora con un índice de quemado más lento, o disminuir la velocidad de otra manera, son simplemente maneras de disminuir la presión.
Hay que distinguir dos tipos diferentes de emplome que son libremente identificados como emplome de la recámara y emplome del caño.

Emplome de la recámara

El emplome de la recámara es el más común y típicamente se encuentran restos de plomo en el comienzo del cono de forzamiento, la garganta e inclusive en el cilindro de los revólveres, extendiéndose hacia delante en el caño del arma.  En revólveres de caño corto, puede llegar a emplomarlo en toda su longitud, pero no debe confundirse con el emplome del caño.
El emplome del caño típico son depósitos de plomo en todo el interior del caño, con un pequeño o ningún emplome en el final de la recámara.  Este acontecimiento aparece coherentemente con la consistencia de la aleación, que se funde por el calor de la fricción a alta velocidad.  El remedio es bajar la velocidad o utilizar un buen lubricante.

Dureza del proyectil

El emplome de la recámara es un proceso muy complejo.  La evidencia de los datos sugiere que la presión de la combustión sumado a la erosión de los gases contribuye a la forma mas común de emplome.  La tendencia de las puntas fundidas a dejar depósitos de plomo en el caño y en la recámara está directamente relacionado con la dureza del material del proyectil.  El proyectil pasando por el caño del arma puede considerarse como una flecha sustentada.  Igual que con otras superficies de contacto la tendencia de una o ambas superficies a erosionarse por efecto de la fricción, puede ser muy reducida con la aplicación de un buen lubricante entre las superficies.  De aquí que el uso de lubricante en los proyectiles es una de las razones para que los proyectiles endurecidos fundidos no se erosionen o dejen depósitos en el caño.  Los proyectiles duros son también mucho más resistentes a la erosión de los gases.  El calor de la fricción y la temperatura de los gases de la pólvora probablemente tenga menos efectos sobre el proyectil en el final de la recámara del arma.